16 de abril de 2010

Zaratustra para la cotidianidad

Acabo de encontrar un trabajo escolar del año pasado, de la materia Historia de la Idea del Hombre. Era un análisis comparativo de Así hablaba Zaratustra con otro texto. Transcribo fragmentos del libro, que incluí en el trabajo y que son fácilmente aplicables a nuestro tiempo.

“En verdad, quien poco posee, tanto menos es poseído.”





"Si alguien atraviesa el fuego por su doctrina, ¿qué prueba con ello? Muy distinto es que del incendio propio surja la doctrina propia”.




“Yo no podría creer más que en un dios que supiese bailar.”

¿Qué opinan, fanáticos del dios opresor intimidante, que se sienten condenados a resignarse en un valle de lágrimas?






“El problema de los hombres actuales es que no podrían llevar una mejor máscara que su propia cara; son insoportables tanto desnudos como vestidos.”





“Entonaría mi canto aunque estuviera solo en una casa vacía y tuviera que cantárselo a sus propios oídos.”
[Convicciones personales, no sociales]





“Todos quieren acercarse al trono: es su locura. ¡Como si la felicidad estuviese en el trono!”



“¿Hasta dónde se elevan mis cimas? Nadie me lo ha dicho aún. Pero yo conozco bien mis valles.”





“Los pensamientos pequeñitos son como el fango: podrían pudrir el cuerpo entero.”





“La vida siempre ha de superarse nuevamente a sí misma.”


Así hablaba Zaratustra.

15 de abril de 2010

Árboles


Hoy el día estuvo tan hermoso que no puedo evitar sonreír y tararear. El cielo estuvo nublado toda la tarde… llovió… Siempre me encantan los árboles, pero en un día lluvioso son sublimes.




“Los árboles refrescarían las ciudades abrasadas por el verano, los árboles pararían los vientos del invierno. 


Un árbol podía hacer muchas cosas: dar color, dar sombra, fruta, o convertirse en paraíso para los niños; un universo aéreo de escalas y columpios, una arquitectura de alimento y de placer, eso era un árbol. Pero los árboles, ante todo, destilaban un aire helado para los pulmones y un gentil susurro para los oídos, cuando uno está acostado de noche en lechos de nieve y el sonido invita dulcemente a dormir.”

Ray Bradbury en Crónicas Marcianas