19 de diciembre de 2010

No tengo tiempo de escribir

porque estoy muy ocupada trabajando para poder comprarme una nueva cámara y así poder seguir tomando fotos y que mi vida vuelva a la normalidad.

Así que la entrada de hoy es un anuncio publicitario bastante chafa:

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*Impresas con serigrafía. Aplican pedidos en Yucatán o en cualquier sitio si usted paga el envío. Están rechulas y son personalizables.

Chau.

P. D. Disfrute el nuevo papel tapiz.

3 de noviembre de 2010

Las ánimas comen y se van

Siéntate junto a mí en la arena y apaga las luces. ¿Sientes la cercanía del oleaje? Acércate más al fuego y veme a los ojos. Voy a contarte un poco de lo que sucede en el Mayab el día de muertos.

[cambiemos el tono por uno más cercano]

Nadie como México para celebrar la muerte. 
Nadie como México para celebrar comiendo.

En Yucatán lo que se celebra es Hanal Pixán (o Janal Pixán): comida de ánimas. El 31 de octubre, 1 y 2 de noviembre los que se han ido regresan a merendar. El 31 de octubre se dedica a la memoria de los niños. El 1 de noviembre a los adultos y el 2 de noviembre es el día de todos los santos como en el resto del país.

Si eres mexicano sabes que en estas fechas juegan juntos el recuerdo, la nostalgia, lo tétrico y la celebración.

La tradición sincrética (maya-católica) del Hanal Pixán está mucho más arraigada en las comunidades mayas y en general en el interior del estado, pero también en la capital los muertos se aproximan. Mérida, he visto tus altares de memoria precolombina y tus tamales enterrados, y los pixanes* jugando en los patios.

En las casas se pone un altar. En él se coloca comida típica de noviembre: atole, pibes (tamales grandes enterrados u horneados con hojas de plátano); mandarinas, naranjas, jícamas y otras frutas; dulces de coco, pepita de calabaza y papaya; elotes pibinales (cocidos bajo tierra); platos favoritos de las ánimas en cuestión: relleno negro, chocolomo, tamales torteados; aguardiente y cigarros al gusto de los difuntos. Algunos les ponen delicias del centro del país como pan de muertos y calaveritas. Alrededor las flores, veladoras, y las fotografías de los amores recordados. 






A veces se coloca también un altar más sencillo, con comida y agua, junto al principal. Es el altar del alma solitaria, quien no tiene familiares en la tierra.

Las mujeres suelen reunirse a preparar los pibes y luego a rezar. Las ánimas sólo toman el aroma o "la gracia" de las ofrendas. Los sabores se quedan en el paladar de los vivos. 

Los niños llevan una cinta roja o negra en la muñeca derecha, para no ser raptados por los pixanes.

Ocho días después, en "la octava", se hace una celebración con comida. Este es el último día que las ánimas están aquí. Luego se van a donde nadie sabe. Los vivos deben preocuparse por atenderlas con todo cariño y dedicación, o podrían no querer volver a este mundo el año siguiente.

Veo el esmero ingenuo en los altares. La dulce negación del adiós definitivo. La anciana en la mecedora de puerta esperando sentir el vapor de los difuntos. Me parece que los papeles no están claros. ¿Quiénes son los que no quieren ser olvidados? ¿Quiénes los que en realidad pierden la memoria? Ellos son nosotros. Sospecho que son los que se han ido quienes nos olvidan. Nuestros dobles. Vemos en ellos la memoria que no queremos perder. Nosotros somos los deseosos, los que no olvidan, los que no quieren ser olvidados. Quienes nos aferramos a las historias que se han ido. Nosotros somos ellos. Todo esto es un asunto de memoria. Ellos son nosotros. Me temo que todo se trata de un juego adulto de amigos imaginarios. Esto es un festejo a nuestros dobles hechos muerte.

Una idea irracional repentinamente ronda cerca.


Bisabuela.


Mi casa ingrata no tiene altares.


Bisabuela, si vienes, dame un beso.
Cuéntame algo sobre la eternidad.
Bisabuela, no me olvides.


En un mundo alterno doña Narcisa en persona llega con su risa insolente y maravillosa. Nos miramos a los ojos, como antes. Decimos quedito al mismo tiempo, con la misma boca

Olvidarte nunca.






*Pixán (pishán): ánima, vida, aliento, todo lo que nos mueve.


8 de octubre de 2010

La historia de las cosas

Veinte minutos que pueden cambiar tu visión de las cosas permanentemente.



















Nota: los envases tetrapack sí pueden separarse en plástico, cartón y metal, pero es complicado y poco práctico para hacerlo cotidianamente.


Cuidemos el único mundo que puede albergar nuestros otros mundos, ¿no?

17 de septiembre de 2010

Teoría de foto

Hace mucho tiempo, cuando existía y tenía once años, vi un comercial en la tele. Era de un concurso de fotografía. Vi las fotos y quise una cámara.

A los doce decidí que las imágenes me capturaban y yo les devolvía el gesto.



Desde la infancia tengo una fijación deliciosa y a veces frustrante con la preservación de la memoria. Cuando estuve cerca de morir a los catorce años y me di cuenta realmente― de lo finitos que somos y de lo fácil que es morir, mi perspectiva de muchas cosas cambió. Me propuse hacer un diario fotográfico mientras viviera, para persistir. Por cierto el proyecto no prosperó.

Ahora, a mis veinte y después de miles de disparos, siento más constante la necesidad de explicarme por qué me fascina la fotografía como a un conejo enamorado de una serpiente.

Hay imágenes inmóviles que me hacen detener la vida para contemplarlas. Normalmente prefiero el movimiento ante lo estático. Pero prefiero también lo persistente, lo trascendente, ante lo efímero. Por eso tomo fotos. Me gusta tener testimonios de la vida, para cuando por fin pierda la memoria.

Me gusta contemplar cómo nace lo irreal de lo objetivo. Lo surrealista de la realidad.

Édgar Morin dice que la foto es la presencia de la ausencia, y pienso en los retratos familiares.

Cuando aprieto el disparador veo la foto como juego. O la foto como sueño. Como objetualización de los sentimientos. La foto como lucha. La foto como persistencia. Como reto al tiempo. Como barrera ante la erosión de las temporadas.

La fotografía no es lo real, sino la representación psíquica de lo real. Hace que nos encariñemos con lo fotografiado.

La foto es la única forma de posesividad que me gusta. Cuando amo las imágenes y las siento tan efímeras y atrayentes, las poseo. Las colecciono y me emociono pensando que puedo conservar la vida.

Cuando me recluyo a estudiar y a pensar en ideas para fotos, cuando tengo la cámara en las manos y las imágenes enfrente, caigo en la cuenta de lo pequeña que soy y de lo mucho que falta por aprender.




Andre Bazin me contó que la fotografía embalsama el tiempo. 

16 de julio de 2010

Anatomía de un niño



―El oso tiene ropa café―me dijo Martín mientras pintaba en su cuaderno. Sus ocurrencias me recuerdan a mi tío de niño, cuando pensaba que el bochorno era un monstruo; a mi madre, que comía jabón y le temía a los bombones; a mi prima Andrea y sus perros que ladrullaban. Creo que la infancia es una época interesante.

Es el espacio idóneo para iniciarse en los libros y en los proyectos para cambiar el mundo, para desarrollar virtudes y excelencias o comenzar en los vicios. Siempre es un momento aprovechable, con un poco menos de complicaciones. Las vivencias infantiles pueden servir para cultivar el espíritu o para hacerlo miserable. La infancia es una introducción esbozada con crayones indelebles.

Los niños tienen memoria tierna. Son relativamente moldeables.  A veces se aprovecha esto para volverlos empáticos y para acostumbrarlos a pensar. Son los hijos del hombre, preguntones de tiempo completo. Asisten a la escuela. Ésta puede servir para memorizar datos absurdos, o puede convertirse en terreno de metamorfosis.

No conocen de instrumentos ni ideologías. Tienen la ventaja de la honestidad en sus reacciones, la transparencia en sus palabras, en su forma de respirar. Me agradan. Aún no sienten la necesidad de buscar un rostro entre su colección de máscaras.

Hablan de sus objetos perdidos, sus mascotas, sus traumas, sus grandezas, sus amores, sus llantos, sus miedos, sus ideas, algunos sueños, planes. Se esconden abrazando pensamientos clandestinos que sólo le cuentan a los amigos imaginarios, en sus momentos de deliciosa y decidida soledad.

Los niños son personalidades en miniatura. Los creen ángeles, pero juegan a la guerra. Aprovechan su tiempo libre para discutir con amigos imaginarios antes de que necesiten vestirse de gris y sentarse a sacar cuentas. Son amos de la ignorancia feliz. Aún no conocen el sabor de los imposibles. Viven entre el desencanto y la maravilla. Es divertido verlos reír, antes de que les caiga más tiempo encima y los amigos imaginarios los abandonen a su suerte.

En sus manos no puede verse su futuro. A veces logran algunas conquistas; otras veces su vida llega a ser tan triste que puede usarse para elaborar una antología de la mediocridad; otras más, son felices.

Veo a los niños riéndose de todo y de nada; me recuerdo a mí misma sonriendo ante un universo de seres inmateriales e inventos privados que me jalaban los dedos de las manos para ir a jugar. 

16 de abril de 2010

Zaratustra para la cotidianidad

Acabo de encontrar un trabajo escolar del año pasado, de la materia Historia de la Idea del Hombre. Era un análisis comparativo de Así hablaba Zaratustra con otro texto. Transcribo fragmentos del libro, que incluí en el trabajo y que son fácilmente aplicables a nuestro tiempo.

“En verdad, quien poco posee, tanto menos es poseído.”





"Si alguien atraviesa el fuego por su doctrina, ¿qué prueba con ello? Muy distinto es que del incendio propio surja la doctrina propia”.




“Yo no podría creer más que en un dios que supiese bailar.”

¿Qué opinan, fanáticos del dios opresor intimidante, que se sienten condenados a resignarse en un valle de lágrimas?






“El problema de los hombres actuales es que no podrían llevar una mejor máscara que su propia cara; son insoportables tanto desnudos como vestidos.”





“Entonaría mi canto aunque estuviera solo en una casa vacía y tuviera que cantárselo a sus propios oídos.”
[Convicciones personales, no sociales]





“Todos quieren acercarse al trono: es su locura. ¡Como si la felicidad estuviese en el trono!”



“¿Hasta dónde se elevan mis cimas? Nadie me lo ha dicho aún. Pero yo conozco bien mis valles.”





“Los pensamientos pequeñitos son como el fango: podrían pudrir el cuerpo entero.”





“La vida siempre ha de superarse nuevamente a sí misma.”


Así hablaba Zaratustra.

15 de abril de 2010

Árboles


Hoy el día estuvo tan hermoso que no puedo evitar sonreír y tararear. El cielo estuvo nublado toda la tarde… llovió… Siempre me encantan los árboles, pero en un día lluvioso son sublimes.




“Los árboles refrescarían las ciudades abrasadas por el verano, los árboles pararían los vientos del invierno. 


Un árbol podía hacer muchas cosas: dar color, dar sombra, fruta, o convertirse en paraíso para los niños; un universo aéreo de escalas y columpios, una arquitectura de alimento y de placer, eso era un árbol. Pero los árboles, ante todo, destilaban un aire helado para los pulmones y un gentil susurro para los oídos, cuando uno está acostado de noche en lechos de nieve y el sonido invita dulcemente a dormir.”

Ray Bradbury en Crónicas Marcianas 

18 de marzo de 2010

María Oceánica

María Oceánica llevaba ya muchos años viviendo en el fin del mundo cuando llegó el telegrama. Su hija, Sofía, tuvo que leérselo varias veces para que saliera de su habitual trance romántico. María Oceánica la miraba desde la terraza, ausente; la brisa le revolvía el cabello y se lo enredaba, dándole un aspecto salvaje. Una vez que entendió el telegrama se levantó y caminó hacia el acantilado, mientras el aire suave se convertía paulatinamente en viento ciclónico. Sofía, exasperada, corrió a atrancar puertas y las decenas de ventanas de la casa, maldiciendo el día en que vino a vivir con su madre, a las afueras de la existencia, en un espacio azul perdido en el tiempo, un acantilado al borde de los infiernos marítimos. Maldijo también al mensajero ebrio que tardó una semana encontrando su casa, ya para qué, como si pudiéramos hacer algo a estas alturas además de morirnos, todo por la manía de vivir aisladas…
   María Oceánica, mientras tanto, estaba sentada al borde del mundo como todas las tardes, imaginando a dónde llevarían los pasajes secretos del aire. Miró una hoja café que pasó arrastrada por el viento furioso, y después de acomodarse en su piedra recordó el día en que había decidido navegar el mundo y dejar que el mundo la explorara. También había visto una hoja café volando, en su casa pequeñita en algún lugar no tan lejano como parecería. Aquel día se encontró sonriéndole a todo y descubrió que la vida le excitaba. Recordó el momento exacto en que se sintió enmascarada, atada, y decidió largarse, buscar la vida donde no hubiera vida, decidió hartarse del tedio y largarse. Olvidar a su madre pintándose el cabello, las uñas, los labios, la cara, olvidar toda esa pintura que descubre más de lo que maquilla y largarse de una vez. No se despidió de nadie. Agarró diez nueces y una manzana y se fue. Años más tarde María se olvidó de aquella mujer de labios resecos y decidió creer que su verdadera madre había muerto en un globo aerostático caído, en un campo de flores púrpura bajo el cielo embarrado de nubecitas.
   Sofía llegó corriendo y gritando enredándose en una toalla que traía para proteger a su madre de la lluvia que había empezado. Le ordenó que regresara a la casa, dijo que ya había preparado chocolate con nueces, aunque en realidad sólo era la carnada para llevársela. María Oceánica tardó un momento en salir de su ensoñación, la miró divertida y dijo:
―No quiero.
   Entonces Sofía intentó arrastrarla pero no pudo. Le gritó llorando que tenían que regresar a la casa, a la maldita casa; le preguntó que si planeaba quedarse ahí esperando con paciencia que la muerte disfrazada de truenos y luces lunáticas se la llevara. María Oceánica dijo:
―No es mi plan pero tal vez sea mi destino. Si la muerte viene, moriremos en el lugar más bello del mundo.
―Es increíble que te hundas en tu estúpido romanticismo en este momento.
―Moriremos aquí y  formaremos parte de la naturaleza del mar, ¿qué más podríamos desear?
―¿Qué? ¿Cómo que...? ― Sofía le colocó la toalla en la cara con muy poca delicadeza y se fue a la casa, temblando de frío y de miedo.
   María Oceánica se quitó la toalla. Recordó sus tiempos de viajera juvenil, cuando su energía iba en aumento a medida que la gastaba. Recordó cuando se sintió  saturada de mundo y decidió irse a vivir ahí, al lugar más hermoso que había visto. Lo descubrió un día, a los treinta años, mientras caminaba solitaria por una playa: un lugar agreste e inhóspito, el más emocionante que vería. No sabía nada de cosas prácticas. Sólo conocía del mundo su eternidad y su poesía, así que no se preocupó por trámites, escogió el sitio y mandó construir una casa enorme con cien ventanas sobre un terreno que no era suyo ni de nadie.
  María Oceánica miró las nubes pintadas con carboncillo, sintió el impulso del viento furioso, abrió la boca para beberse la lluvia. Se quitó la ropa.
   Sofía preparaba café dentro de la casa que se tambaleaba. Afuera, el mar febril hervía de vida y de muerte.

17 de marzo de 2010

Don Artículo Tercero Constitucional


Don Artículo Tercero Constitucional nació en 1917. Dicen sus partidarios que no tiene muerte prevista, que su permanencia es ilimitada. Ha sido operado varias veces para que siga vivo. Pobre don Artículo Tercero, no tiene la culpa de ser parte de La Constitución.  Pobre don Tercero, nadie le hace caso. Grita, y nada. Le dijeron que en materia de educación en México él mandaría, pero se convirtió en un fantasma apenas visible.

Don Tercero comienza su aparición en el mundo diciendo:

“Todo individuo tiene derecho a recibir educación.” 
Don Tercero, usted sabe cuánta gente marginada no tiene realmente el acceso a una educación, ni se diga a una buena educación. Pero esto es sólo el principio. Don Tercero, sabiendo que él manda, dijo también:

“La educación que imparta el Estado tenderá a desarrollar armónicamente todas las facultades del ser humano y fomentará en él, a la vez, el amor a la Patria y la conciencia de la solidaridad internacional, en la independencia y en la justicia.” 
La educación pública en México no desarrolla plenamente las facultades del ser humano. Ni siquiera parece intentarlo. La nueva reforma pretende volver a los alumnos más competentes, más capaces e independientes. Le otorgo el beneficio de la duda, pero lo veo difícil, por la falta de iniciativa y vocación en el magisterio.  


Por otro lado, eso de fomentar el amor a la patria creo que se ha entendido bastante mal. Amor a la patria, en todo caso, no es aprenderse de memoria las biografías de todos los “héroes nacionales”, ni cantar el himno todos los lunes, ni recortar banderitas para los periódicos murales. Creo que fomentar el amor al país es instar a los alumnos, desde niños, a pensar constructivamente en la nación, a volverse propositivos en vez de memorizadores, a buscar las soluciones a los problemas de las comunidades, y a percatarse de que si queremos que el país mejore tenemos que mejorar nosotros mismos. Además, se trata de fomentar el amor al sitio en que vivimos para tener una mejor calidad de vida. Ese amor es un medio y no un fin, no es patrioterismo irracional.

Y no somos independientes, ¿cómo vamos a fomentarlo si no sabemos serlo? Dependemos de otras economías, de otros mercados, de otras personas, de otras ideologías, de comportamientos y hábitos de consumo extranjeros, de lo que piensen los demás. Y sobre la justicia, ni hablar. Es la ausente constante.

Para ver más problemas relacionados con el aprendizaje en México, lee esta entrada.

Don Tercero siguió dictando:

“El criterio que orientará a esa educación se basará en los resultados del progreso científico, luchará contra la ignorancia y sus efectos, las servidumbres, los fanatismos y los prejuicios.” 
Pobre don Tercero, no se imaginaba en quién recaería esta labor. ¿Cómo puede llevarse a cabo esto, si la actualización en el magisterio muchas veces es un protocolo sin resultados?¿Si sólo se basa la enseñanza en libros que son editados cada varios años? La ciencia sigue avanzando y los libros no se actualizan oportunamente, ni se fomenta la investigación en otras fuentes más actuales. ¿Cómo luchar contra la ignorancia si nos llevamos tan bien con ella?

No veo la lucha. Quisiera decir que sí, pero no la veo.

Pero el plan de don Tercero no se quedó ahí. Continúa diciendo:

“[El criterio que orientará a la educación] Será democrático, considerando a la democracia no solamente como una estructura jurídica y un régimen político, sino como un sistema de vida fundado en el constante mejoramiento económico, social y cultural del pueblo”
Será nacional, en cuanto sin hostilidades ni exclusivismos― atenderá a la comprensión de nuestros problemas, al aprovechamiento de nuestros recursos, a la defensa de nuestra independencia política, al aseguramiento de nuestra independencia económica y a la continuidad y acrecentamiento de nuestra cultura.”
Esta parte me da ganas de llorar. Si la educación pública fuera así, ¡qué niños tendríamos! Y por consecuencia, ¡qué ciudadanos! No sólo seríamos más independientes como nación, y más democráticos y más críticos como personas. Seríamos, además, peligrosos para el gobierno.

Don Tercero sigue:

“Contribuirá a la mejor convivencia humana, tanto por los elementos que aporte a fin de robustecer al educando, junto con el aprecio para la dignidad de la persona y la integridad de la familia, la convicción de interés general de la sociedad, cuanto por el cuidado que ponga en sustentar los ideales de fraternidad e igualdad de derechos de todos los hombres, evitando los privilegios de razas, de religión, de grupos, de sexos o de individuos.”
Tal parece que tienen algo en contra de don Tercero. Tan noble, él, y parece que el país se empeña en llevarle la contraria. ¿Educandos robustecidos? ¿Integridad familiar? ¿Interés general de la sociedad? ¿Evitar privilegios individuales?

Este es don Tercero, con su autoridad mermada, parte de la comunidad de Artículos Pisoteados. Es el artículo utópico, inalcanzable en apariencia.
Y parece que don Tercero ha nacido hoy. No parece que tenga poco menos de un siglo de vida. Es como si hubiera visto los problemas de México de hoy y se hubiera redactado a sí mismo para componer las cosas.

Sin embargo, después de todo, me he quedado con una duda. Tal vez don Tercero es en realidad una obra ficcional que yo he tomado como constitucional, y no pretende más que entretenernos  mientras habita en el limbo de los sueños.

15 de marzo de 2010

Mafalda hasta en la sopa



Ahora mismo hay en Guadalajara una exposición, “El mundo según Mafalda” a la que iría si tuviera dinero :(
Mafalda es la preguntona, la crítica, la feminista, la informada, la de la era espacial, del anticomunismo, la interesada en los problemas mundiales, la observadora.
Todas las tiras son imperdibles, pero aquí dejo algunas muy buenas desde mi punto de vista (dénle click para verlas más grandes):















Otras ocurrencias de Mafalda y su bola:

¿Podrías explicarme por qué en vez de cambiar las estructuras a todos les da por remendar armazones?



¿Cómo haremos para vivir sin contaminarnos?



¿Pensaron alguna vez que si no fuera por todos, nadie sería nada?



Comienza tu día con una sonrisa, verás lo divertido que es andar por ahí desentonando con el mundo.



Hay días en donde lo malo de uno son los demás.



Hay gente que es un punto en contra para la humanidad.



La vida es linda, lo malo es que muchos confunden lindo con fácil.



Me pregunto si la vida moderna no estará teniendo más de moderna que de vida.


No es que no haya bondad, lo que pasa es que está de incógnito.



Pensándolo bien, es monstruoso que se impriman más billetes que libros.



Resulta que si uno no se apura a cambiar el mundo, después es el mundo el que lo cambia a uno.



Si quisiéramos vender el mundo, nos veríamos en problemas para hacerle una publicidad convincente.










¿Y no será que en este mundo hay cada vez más gente y menos personas?






Las tiras son geniales y no han perdido actualidad... aunque pensándolo bien, eso es triste.


13 de marzo de 2010

He ingresado a la blogósfera en el año diez. 
Estoy sentada cerca de la ventana, con un café con leche cerca y un vientecito madrugador agradable, y una máscara rota en el piso junto a mí.